lunes, 12 de septiembre de 2011

Entrevista


Entrevista a Leonor Fernández Riva


Salvada por la literatura 


Preguntas,  Ana María Gómez Vélez

Santiago de Cali, martes 7 de junio de 2011

Estamos en el apartamento de Leonor;  un lugar cálido,  lleno de plantas, de flores, de cuadros y de libros que tiene impregnado su delicado aroma. Me brinda té y una deliciosa torta preparada por ella misma.  La conversación fluye  de manera natural y tranquila.  Traigo  un cuestionario impreso y también una grabadora. Leonor  acepta gustosa el uso de la grabadora como apoyo para mi trabajo.

Leonor y Ana María durante la entrevista
Nos conocemos desde 1998, año en el cual las dos asistimos a un taller  que dictó el escritor Alberto Esquivel. De esa misma época data también  la amistad que nos unió  a Carlos Alberto Caicedo, para más señas padre de Andrés Caicedo, el escritor caleño que después de treinta años de muerto sigue publicando obra. Allí también conocimos a nuestro buen amigo  Gabriel Ruiz, fundador  del boletín cultural NTC que empezó a editar por aquellos días.

Durante todos estos años tuve oportunidad de compartir mucho tiempo con Leonor, conocí a su familia y también a su amor de la madurez, Santiago, un hombre que logró conquistar  a Leonor después años de incredulidad amorosa y con él que vivió una apasionada historia de amor hasta su fallecimiento hace ya cuatro años.  También estuvimos juntas  en el primer Taller Renata dirigido por  el escritor Julio César Londoño.

Leonor derrocha alegría y generosidad. Siempre es una dicha compartir tiempo con ella. Nació en una familia formada por Antonieta Riva, peruana y el periodista cubano José Fernández Morgado, toda una historia romántica que tendría mucho material para otra entrevista. Su padre  estuvo siempre vinculado a las letras impresas. En Cali fundó  Impresora Feriva a la edad de sesenta años. Leonor, por esos días, una jovencita recién graduada de bachiller le ayudó a  tiempo completo en ese empeño durante más de tres años, hasta su boda y viaje a Ecuador.

Durante más de cuatro años, Leonor mantuvo  un noviazgo por correspondencia con un joven manizalita que estudiaba  Ingeniería Química en Quito. Al casarse viajó con él a Ecuador para fijar allá su residencia.  Su vida matrimonial tuvo desde el inicio la gran frustración de no compartir con su esposo el interés por la literatura y por  la lectura. Pero como  dice Leonor,  “me había casado para toda la vida”. Así pues, la vida continúo con altos y bajos, con alegrías y tristezas.  Tuvo tres hijas, pero la vida le deparó el inmenso dolor de perder a la más pequeña víctima de un cáncer maligno.  Como ella afirma,  “ el dolor más grande que he experimentado en la vida”.

Leonor y Ana María durante la entrevista
 Paralelamente a su vida familiar desarrolló una amplia trayectoria periodística que incluyó su labor como correctora de estilo en la editorial del Banco Central del Ecuador, en la reconocida editorial Abya Yala de los padres salecianos y en el diario La hora de Quito. Fundó y editó la revista Quiteñidad, una publicación de añoranza  y testimonio fotográfico de los primeros tiempos de la ciudad  de Quito que fue muy bien recibida por la sociedad quiteña.

 Después de treinta años de matrimonio  y ya con sus hijas casadas tomó la decisión separarse. En ese momento resolvió regresar a Cali y acompañar a su anciana madre en sus últimos años. Reemprendió  entonces sus labores en la empresa gráfica  de la familia y se vinculó al mundo poético y cultural de la ciudad. En el año 2006 publicó su libro de poesías Cristal y posteriormente El legado de Toña, compilación de las recetas culinarias de su madre. Desde el año 2006 empezó también a editar  el  Almanaque Imprescindible Leonor una réplica del conocido Almanaque Bristol a la que le dio su propio toque personal.

Algunas de las publicaciones de Leonor
 En la actualidad sostiene varios blogs en internet,  uno de los cuales  cuenta  hasta la fecha con  diecisiete mil(17.000)visitas; publica semanalmente una columna de opinión en el Diario Occidente de Cali; continúa prestando su asesoría  como correctora de estilo  a varias publicaciones, ocupa transitoriamente el cargo de gerente general de Impresora Feriva y edita trimestralmente el Boletín interno de la empresa.  Tiene muchos  proyectos literarios para el futuro.  Es una ciberabuela, que domina el internet y se comunica con sus hijas y sus cuatro nietos vía Skype.  Pero prefiere no usar la cámara,  “No quiero aparecer si no estoy bien arreglada…” dice coqueta.

Háblanos de tu relación con la cocina y la música

Heredé de mi madre el gusto por la cocina, afirma con una sonrisa.  Mi madre nos halagó durante toda  la vida con deliciosas recetas. Fíjate,  éramos 11 hermanos y mi mamá cocinaba siempre. Ella amaba la cocina y mira qué maravilla,  podía estar  todo un mes   haciéndonos comidas diferentes todos los días.  Por lo general platos deliciosos de la comida peruana.  Junto a ella aprendí  a amar la gastronomía. Aunque no a todos nos gusta cocinar,  a todos nos gusta comer y a todos nos gusta también ir a un buen restaurante. Por eso siempre he  pensado que  una de las formas con la que puedes hacer más felices a las personas que amas es con  la comida.  Después de la muerte de mi madre continué realizando las reuniones familiares a que ella nos tenía acostumbrados. Cada quince días, nos reunirnos alrededor de la mesa  para compartir gratos momentos deleitándonos con los  mismos platos que ella preparaba. Es una manera hermosa  de mantener vivo su recuerdo.

Amo la música pero  no soy muy conocedora de ningún género musical aunque disfruto  mucho la música clásica a la que me fui acostumbrando desde pequeña,  un poco a la fuerza,  la verdad, porque mi hermano mayor  sintonizaba siempre en la radio ese tipo de música y aunque al principio yo  discutía con él porque quería oír  música española,  norteamericana  o  tangos,  que me encantaban, al final aprendí  a amar las creaciones de los grandes compositores.   Mi padre nos llevaba siempre a ver las compañías de  zarzuelas y ese es un género  que también me encanta.  Mi esposo por su parte me enamoró con serenatas. Siempre he sido risueña y él siempre incluía también  en el repertorio el bambuco Muchacha de risa loca. Nuestra música típica es muy bella y muy sentimental. El ritmo bailable que más me gusta de nuestro país  es el porro,   pero  disfruto también mucho los vallenatos  y hasta la música de rockola.  En mi adolescencia me fascinó el rock and roll. Para bailarlo las chicas usábamos  unas zapatillas especiales,  y con la agilidad propia de aquellos lejanos  días hacíamos  verdaderas acrobacias con nuestras parejas de baile.

La verdad es que no tengo un solo género de música predilecto. Creo que hay un ritmo para cada estado de ánimo. Ni en la música ni en la literatura me caso con ningún género. Pero  hay dos melodías que me conmueven especialmente: Memory, de  Barbra Streinsand  y Over the rainbow,  de  Judy Garland.

¿Cómo te salvó la literatura?

La literatura ha sido siempre mi mejor compañía. Una  entrañable relación que inicié cuando era muy pequeña y que ha sido fuente de inagotable felicidad.   Abrir un libro siempre ha sido  para mí como sumergirme en  un pozo de dicha. Cuando empezaron a surgir grietas en mi matrimonio, me refugié en la lectura.  Varias de mis amigas vivían existencias similares a la mía. Maridos rígidos, inflexibles, neurasténicos, violentos. Ellas no lo pudieron superar y fueron presa de enfermedades como la artritis, la diabetes, etc. En la vida siempre hay que tener un escape, algo que te haga  feliz. En mi caso personal  la lectura me compensó de muchas cosas. Y se puede decir también que me salvó. Gracias a ella supere muchos sufrimientos, frustraciones y dolores intensos como la muerte de mi hijita.  En una vida sin mayor actividad social como la mía,  mi mayor diversión han  sido y siguen siendo siempre,   mis amados libros. 

Cuéntanos cómo empezaste a escribir

Creo que mi carrera de escritora empezó  realmente en mi noviazgo cuando escribía largas cartas a mi novio que estudiaba en Ecuador.  Con mis cartas mantuve vivo su amor durante largos años.  Luego, cuando trabajé en el periódico  La Hora de Quito como correctora, muchas veces me solicitaba el director  que escribiera algo sobre determinado tema. Para mi sorpresa mis artículos eran muy bien recibidos. Así,  gradualmente,  me fui dando  cuenta de que tenía facilidad para escribir. Creo que una persona que lee mucho acaba escribiendo  porque  dentro de su corazón y de su mente hay muchas  vivencias que también desea compartir.  Soy una  enamorada de la gramática y  de la pureza del idioma. Pienso que  los escritores tenemos la obligación de conocer bien nuestra lengua  porque  esa es la herramienta que tenemos  para realizar bien  nuestro oficio. Así como un albañil debe saber utilizar el palustre, la plomada, la paleta,  los escritores debemos conocer  perfectamente la gramática y las reglas del idioma.  Hay quienes se molestan  y consideran excesivas  las reglas de gramática y ortografía pero así como los cubiertos no están hechos para dificultarnos el comer,  la gramática no está hecha para ponernos dificultades sino todo lo contrario, para facilitar y hacer más bella nuestra labor.  Siempre tengo  al lado de mi cama  varios libros acerca del estilo y las nuevas normas de ortografía porque no me considero ni mucho menos una experta en el tema y creo que todavía tengo muchas falencias.

¿A qué edad te puedes enamorar?

Antes  pensaba  que las personas solo podían enamorarse cuando estaban jóvenes, lozanas y todo parecía sonreírles.   Pero el corazón es en verdad un órgano bastante  fuerte que continúa latiendo y dándonos innumerables sorpresas hasta el fin de nuestros días.  Yo volví a encontrarme con el amor en el atardecer de mi vida.  Quizá por eso me gustaron siempre más los atardeceres que los amaneceres. Una especie de premonición. A mi retorno a Cali después de tantos años, me esperaba el amor.  Y el amor es una droga embriagadora.  Santiago, el hombre que me volvió a hacer creer en el amor,  era un ser especial, bello de cuerpo y de alma. Un poeta. Nos quisimos apasionadamente. Un regalo maravilloso de la vida que perdí cuando falleció prematuramente hace cuatro años. Disfrutamos ocho años de felicidad.  Mi libro de poesías Cristal está casi íntegramente dedicado a ese gran amor. Pero como bien dijo Cortázar en la tumba de su novia:
“La vida es más fuerte que el dolor”.

Hablemos sobre los talleres, qué puedes resaltar de esta experiencia  y cuáles te han dejado un especial recuerdo

Pienso que los talleres son siempre enriquecedores y formadores.  Aunque en todos los que he participado he aprendido muchas cosas, creo que el que hice con Alberto Esquivel hace ya ocho años, es el que más he aprovechado porque Alberto tenía una forma muy convincente de  impulsarte a escribir. En esa época   yo todavía no me sentía segura como para escribir historias pero él me trasmitió esa seguridad. Fue sumamente  generoso para compartir sus experiencias como escritor y  le estoy muy agradecida.  He participado también en algunos  talleres de poesía y en el taller Renata del Ministerio de Cultura. Precisamente uno de mis cuentos fue elegido para formar parte de la Antología Nacional Renata 2010.  Pienso que los talleres son una especie de tertulia literaria en la que se comparte  no solo la  experiencia y sapiencia del director sino también las vivencias y conocimientos de los diferentes  compañeros.  Guardo un recuerdo muy grato del taller Renata, de su director y de mis compañeros, escritores todos de mucho talento y  gran riqueza interior que considero  mis grandes amigos.  Pero por el momento no deseo participar en más talleres.  Quiero volar sola. No estar influenciada por otras tendencias. En el taller la opinión del director es la que prima en las lecturas y preferencias literarias.  Esta circunstancia  puede llegar a convertirse en una camisa de fuerza. Y  hay  además, muchos textos que leer y corregir. No. No más talleres por el momento.

Proyectos

 Estoy pensando en publicar una compilación de las columnas que escribo en mi blog y en el Diario Occidente.  También quisiera editar más adelante varios cuentos infantiles  que están inéditos pero  me faltan los dibujos tan esenciales en las publicaciones infantiles.  Por ese motivo tengo el proyecto de aprender  a dibujar,  tanto para realizar esos dibujos como para ilustrar una tira cómica que deseo incluir en el  Almanaque que publico anualmente. Se acaba de publicar la segunda edición  de El Legado de Toña, la compilación de recetas de mi madre que publiqué  en el año 2005 y a la que debí realizar hacer algunos ajustes pero conservando siempre el formato original. Olvidaba decir que soy una persona de profunda fe religiosa. Así, pues, este año,  si Dios lo permite, publicaré también la biografía de mi padre que he titulado El Coraje de un hombre, un libro que creo resultará de interés no solo para la familia sino para todos los que lo lean pues la vida de mi padre fue realmente excepcional  tanto por  su inteligencia, esfuerzo, trabajo, honestidad  y profundo amor por su esposa y  por sus hijos  como por la serie de hechos que rodearon su vida.  Actualmente me ocupo de editar también el boletín interno de Impresora Feriva y  de asesorar  a varias publicaciones.

Pero,  también  soy mujer y por eso la vida cotidiana no me es ajena.  Me gusta ocuparme de mi jardín,  del arreglo de mi  apartamento,  ver  de vez en cuando una buena película, reunirme con mis amigos, escuchar música, cocinar algo rico. Y  allí, en mi pequeña biblioteca tengo una cantidad de libros aguardando.  Unos,  a la espera de que  los abra por primera vez,  y otros, los de cabecera,  a que volvamos a tener un encuentro feliz.

Qué mensaje le quiere dejar a quienes lean esta entrevista

Que procuren ser felices y hacer felices a quienes les rodean.  Dicen que las historias felices no son exitosas y por eso me esfuerzo porque mis historias y cuentos  no tengan siempre finales gratos,  pero las páginas de mi  vida  sí quiero que estén caracterizadas  por el optimismo y la alegría.

Aunque te parezca mentira, querida Ana María,  la única expectativa que tengo como escritora  es  ser leída con agrado  por mis hijas y  nietos.  Esa es la gloria fugaz que deseo alcanzar. Quedar en la memoria  de mis descendientes como una   abuela  simpática y  un tanto chiflada  que a una edad en la que  otras mujeres  están asistiendo a tés, produciendo bellas manualidades, viendo plácidamente telenovelas, o acudiendo puntuales a las EPS,  se dedicó a perder el tiempo  escribiendo  historias.



Y bueno, a quienes hayan llegado al final de esta entrevista les invito a brindar por la amistad, por la alegría  y por la vida con este sugestivo video.



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